Reparar: El olvidado arte de respetar los objetos

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Estaba preparando el desayuno, la leche estaba en el micro y las tostadas se calentaban en la tostadora. Afuera había 4 grados y tenía la esperanza que ese café con leche me hiciera recuperar el calor.

Pero cuando lo probé, descubrí que estaba frío, muy frío. El microondas me había jugado una mala pasada, se había roto.

Mi primera reacción, casi de forma automática fue: “Tengo que comprar uno nuevo” .

Es que ya cumplía 10 años el viejo micro marca desconocida y con esto de la “obsolescencia programada” tiene sentido que lo tenga que cambiar.

Al llegar a la oficina empecé a buscar microondas por la web, es que genera cierta satisfacción hacer esa investigación de búsqueda, comparar precios, especificaciones, etc.

Los científicos dicen que es la dopamina que recorre nuestro cerebro en ese momento dónde buscamos satisfacer una necesidad…dopamina que es altamente adictiva.

La cuestión que ya tenía decidido que micro comprar cuando llego a casa y le comento a mi novia (hoy esposa) de la situación, quien sin dudarlo me hizo cargar el microondas y llevarlo a cuestas unas 7 cuadras hasta Colonia y Ejido, donde abundan las casas de reparación de electrodomésticos (les sorprendería que pesado se puede hacer un micro por 7 cuadras)

La cuestión es que pasaron unos 6 años desde ese día y en este momento estoy tomando un café con leche calentado en el viejo microondas que está cerca de cumplir la mayoría de edad.

Lo que aprendí es que reparar ya sea electrodomésticos o cualquier otro, objeto es algo que cada vez se nos hace más difícil porque nuestra tendencia natural se ha transformado en el “usar y tirar”

Creo yo son varias las razones por las que esquivamos el concepto de reparar:

Comodidad

Es mucho más fácil comprar algo nuevo por la web y que me lo lleven a mi casa que tener que llevar eso que se rompió a un técnico, que no se ni dónde hay, que trabaja horario de oficina y que, en principio, no se si se podrá arreglar. Hay demasiada incertidumbre y complejidad en reparar.

Placer

Nos genera placer poder comprar cosas nuevas, es una sensación que nos agrada, que nos da una cierta felicidad. Claro, usualmente se acaba pronto por aquello de la adaptación hedonista, que nos hace acostumbrarnos rápido a las cosas nuevas.

Avance tecnológico

En 10 años la tecnología evoluciona y mucho. El microondas que solo calentaba ahora trae cientos de programas y 100 funcionalidades más y tienta el ver eso (aunque el 99% de su uso en mi caso es calentar la leche para el desayuno)

La cuestión es que reparar no solo nos hace ahorrar mucho dinero, sino que nos pone en el camino del minimalismo del que tanto hablamos en este sitio.

Marie Kondo en su libro La magia del Orden (super recomendado) introduce un concepto muy arraigado en la cultura japonesa del animismo, dónde le da “vida” a los objetos, pero no desde una visión de arraigo, sino, desde una visión de respeto.

Si ese objeto es algo que me ayuda en mi camino a una vida más plena, o si lo ha hecho en el pasado, respetemos esa historia, respetemos ese objeto y si se “enferma” llevemoslo al doctor.

Intentemos educar a las nuevas generaciones en que todo objeto roto tienen la opción de intentar ser reparado y no en que si algo se rompe se tira y cambia por uno nuevo.

Otro aspecto es la cantidad de basura que se reduce en el mundo si optamos por la opción de reparar. Reparar nos ayuda a tener un mundo mejor.

Si no los convencí de que reparar (lo que sea) vale la pena, les dejo este video de la gente del Club de Reparadores de Montevideo que es una organización itinerante que se presenta en eventos a ayudar a reparar cosas. Unos cracks a quienes admiro mucho por cierto.


Entonces, la próxima vez que se nos rompa algo, pensemos dos veces antes de salir corriendo a comprar uno nuevo. Nuestro bolsillo y el mundo estarán agradecidos.

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