Desde hace unos días estoy en Europa por unos temas laborales. El lunes estuve en Alicante y quedé en comer con una ex-compañera de liceo que se vino a vivir e España y que hacía 20 años que no veía.
Obviamente charlamos mucho, recordamos viejas épocas y nos reímos a carcajadas, pero también me contó junto con su esposo una historia que cuando la escuchaba sentí que debía compartirla con todos los lectores de este sitio.
La historia se remonta previa a la crisis europea, cuando muchas familias emigraron a España en busca de mejores oportunidades económicas dado que nuestros pagos estaban sumidos en una de las peores crisis de los últimos tiempos.
Mis amigos, que tenían papeles, consiguieron trabajo rápidamente, en particular él es enfermero y en el rubro de la salud le fue fácil ubicar un puesto con una remuneración digna. En ese marco su familia creció, nacieron dos niños, compraron un coche y una casa. ¿Cómo pudieron hacer eso en tan poco tiempo? La respuesta es sencilla, en ese momento en España los bancos te daban crédito prácticamente a sola firma. La economía estaba muy inflada. Por ejemplo, si uno pedía un préstamo para una casa, en el banco te daban un 120% del costo de la casa, para que la amuebles y te compres lo que quieras.
En ese momento en España había tanto dinero en la calle, en especial en el rubro inmobiliario que los jóvenes dejaban de estudiar para trabajar de albañiles y así ganaban más que sus padres que quizás tenían carreras de 20 años de antigüedad. En este contexto a mi amigo le ofrecieron manejar un taxi y la remuneración era mejor que en la salud, por lo que mi aceptó.
Todo era maravilloso hasta que se dieron cuenta que había una burbuja inmobiliaria y la burbuja explotó. Esto quiere decir que en un momento los precios de las propiedades bajaron bruscamente y era más conveniente dejar de pagar la hipoteca y perder lo pagado hasta ahora, que seguir pagando por muchos años una casa que valía el doble o más de lo que se conseguía en ese momento. Empezaron a pasarla mal, el trabajo cayó y la situación de perfilaba muy negativa.
En ese contexto y apoyados por que en Uruguay se estaba un poco mejor decidieron emprender la marcha al paisito. Vendieron todo lo que podían, entregaron sus hipotecas e iniciaron la marcha…
Ya en Uruguay consiguieron trabajo, pero lo cierto es que no se adaptaron al ritmo de vida que tenían antes. Sus amistades y su familia estaba en gran parte en España, así que tomaron la difícil decisión de volver a España nuevamente.
Les cuento esto por que se dieron cuenta que si volvían debían de cambiar su forma de ver la vida. Hoy ellos no tienen deudas, no tienen tarjetas de crédito. Si van a comprar algo primero ahorran y luego se lo compran. De alguna forma no se dejan llevar por el reinante consumismo que se profesa por estos lados (a pesar de la crisis). Saben que no pueden comer afuera todos los días, saben que no deben seguir a los demás a comer un «bocadillo» que implica 5 euros diarios y toda la cosas que uno ve por aquí que son bastantes sorprendentes para lo que nosotros entendemos por crisis.
De hecho algo que me comentaban es que se sienten muchos más ligeros y con menos presiones de esta forma. Es una realidad que cuando uno vive en el exterior gasta más porque al extrañar se busca de tener pequeñas retribuciones por medio del consumo a modo de complemento. Ellos pasaron de esa etapa a la actual en la que se vanaglorian de haber vencido al sistema.
Me gustó su historia y me parecía que valía la pena contarla aquí.